¿Cómo vencer la insatisfacción profesional?
Un aporte de Paula Escobar de Colaborart.
¿Qué significa el trabajo para ti? ¿Te has preguntado para qué trabajas tanto? ¿Vale la pena?
La verdad es que el trabajo es de mucha importancia para cada uno de nosotros, hay quienes lo viven y otros lo sobreviven, depende del significado que tenga para cada uno.
La palabra trabajo viene del latín “tripaliari” que significa “torturar”, y eso es lo que muchos sienten cada día sobre todo el lunes.
La OIT define el trabajo como “el conjunto de actividades humanas, remuneradas o no, que producen bienes o servicios en una economía, o que satisfacen las necesidades de una comunidad o proveen los medios de sustento necesarios para los individuos”.
Así pues, la palabra trabajo se presenta como un constructo que ha sido objeto de estudio por décadas hasta hoy. En cada época adquiere diferentes sentidos de acuerdo con la cultura del momento, por tanto es un concepto cambiante y dinámico.
En artículo:
MARTHA PATRICIA ROMERO CARABALLO, “Significado del trabajo desde la psicología del trabajo. Una revisión histórica, psicológica y social”. En: Colombia Psicología desde el Caribe ISSN: 2011–7485 ed: Editorial Universidad del Norte
“En la época grecorromana, el hecho de trabajar de forma ardua, pesada y con dificultad para el cumplimiento del objetivo significó un castigo, incluso una actividad corruptora que degradaba tanto a las mujeres como a los esclavos (Blanch, 2003, 2006; Köhler y Martín, 2005). En la tradición judeocristiana, se sufre al trabajar, pero este sufrimiento se convierte en condición de salvación: El trabajo dignifica al hombre. Por tanto, la condición de dignidad hace que el trabajar se convierta en una obligación para poder alcanzarla. Con el surgimiento de la burguesía y los indicios de la modernidad se abrieron paso nuevas formas de organización social, en las que la riqueza no se medía con la tenencia de tierras sino con dinero o productos comerciales (Pirenne, 1971; Prieto, 2000). Durante la modernidad, el trabajo es asumido como una actividad clave para la autonomía del individuo, más allá de ser un bien colectivo. En ese sentido, gracias a “mi” trabajo no solo se obtienen los medios para vivir, sino que se desarrolla la capacidad de apropiárselo. Para estar dentro del modelo capitalista, es decir, acumular el capital y estar inmerso en un régimen salarial (Boltanski y Chiapello, 2010), lograr una inserción sociopolítica y considerarse propietario (Blanch, 2006), era necesario contar con una forma de trabajo que permitiera la inserción en este modelo; dicha forma fue el empleo, llegando a ser la forma de trabajo más común e importante, incluso imprescindible, en la Edad Moderna.”
De este extracto inferimos como el concepto sienta sus bases más en el sufrimiento que en el placer. Desde este punto de vista podemos entender como parte de eso está fijado en nuestro inconsciente colectivo y es probable que desde ahí estemos acostumbrados a padecer el trabajo.
Es por eso tan importante encontrar dentro de cada uno de nosotros cómo definimos el trabajo y cómo eso se traduce en cómo lo vivimos.
¿Disfrutas tu trabajo?
Como mínimo un tercio de nuestra vida la dedicamos al trabajo, lo que es bastante pensando que otro tercio lo pasamos durmiendo y recuperando energías para el siguiente día de trabajo, por lo tanto se convierte en una actividad central de nuestra vida.
A cambio del desarrollo de esta actividad se recibe un reconocimiento que puede ser monetario o no, habitualmente es monetario y es lo que nos permite cubrir nuestras necesidades básicas, como son la alimentación, el abrigo y la salud. También nos permite cubrir otras necesidades menos básicas, pero igual de importantes, como es la educación, formar relaciones, pertenencia y que cubiertas cada una de ellas creemos que nos pueden dar un sentido real y verdadero a la vida.
Ahora bien, en teoría suena bien, parece un proceso lineal, el cual permite escalar desde un nivel básico de necesidades hacia otro más abstracto, sin embargo en la vida real, estos procesos son más bien dinámicos y se entremezclan buscando la forma de ir cubriendo todas ellas simultánea y elaboradamente. Es así como el trabajo se convierte en la forma de adquirir cosas, alcanzar status y poder, atribuyendo una carga emocional al trabajo que nos agobia.
Creemos que el trabajo nos permite tomar el control de nuestra vida, nos define como personas, nos permite “ser alguien en la vida”.
“Jahoda (1987) lo refiere como funciones latentes del empleo, definiéndolas como aquellas que justifican la motivación hacia el empleo, incluso en condiciones de bajo salario. La autora señala cinco funciones latentes específicas del empleo: a) impone una estructura del tiempo; b) implica relaciones con personas que son ajenas al grupo familiar; c) vincula al individuo a metas y propósitos; d) proporciona un estatus social y clarifica la identidad social; y e) requiere una actividad habitual y cotidiana.”
Desde este punto de vista el trabajo es el “leitmotiv” de nuestra historia personal y se repite constantemente, lo que nos hace querer salir de allí, pero como en la película “El día de la Marmota” repetimos una y otra vez, y sólo rescatando ciertos aprendizajes de ese ciclo eventualmente podríamos salir de él.
Entonces, ¿cómo romper el ciclo del agobio?.
El ciclo se mantiene porque hacemos más de lo mismo, aplicamos diferentes estrategias para salir del ciclo del agobio que por un momento nos permite soñar, pero los resultados no son lo que esperamos y caemos nuevamente en el agobio que al cabo de un tiempo, nos lleva a esa sensación pesada de desesperanza, traducida en enfermedades y afectando nuestra calidad de vida.
“Asumir que el trabajo tiene funciones psicosociales que contribuyen a la configuración del significado del mismo hace que se conciba como una práctica social e históricamente compartida, que trasciende la satisfacción de necesidades primarias…
Estos factores pueden favorecer o perjudicar tanto la actividad como la calidad de vida laboral de los individuos (Da Silva, 2006). Cuando los factores psicosociales se asumen como favorables, el resultado es el desarrollo personal, la satisfacción en y con el trabajo, percepción de tener bienestar y Calidad de Vida”.
Por lo tanto, romper el ciclo implica enterarnos de cambios que logren quebrar y modificar el sistema siendo en gran parte un trabajo de desarrollo personal que nos obliga a ahondar en el conocimiento de mí mismo, descubriendo nuestras habilidades y competencias, conectando con nuestros anhelos y motivaciones dejando de echarle la culpa a los demás.
¿Entonces por dónde partir?.
Con el propósito de ayudarte, te comparto una pequeña guía de preguntas para orientarte en este proceso. Haz click acá.
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Paula Escobar Paredes
www.colaborart.cl paula.escobar@colaborart.cl
Fundadora The Human Factor www.thehumanfactor.cl contacto@thf.cl