Julio Verne y mis paradigmas.
Crecí creyendo y convencido que era “malo para leer”.
En el colegio tenía que leer 1 libro mensual, es decir, tenía casi 30 días para hacerlo, sin embargo, siempre… SIEMPRE lo leía a última hora, contra el tiempo y de mala gana.
Eran frecuentes esos fines de semana en donde, después de almorzar, tenía que ir a leer (no me gustaba leer, pero tampoco quería sacarme un mala nota… jajaja, no quería perder por ningún lado).
En mi época se leía: El Quijote de la mancha, El Burlador de Sevilla, Fuenteovejuna, La Araucana, etc…(la foto corresponde a unos libros que encontré).
Pateaba la lectura una y mil veces. Cada vez que ocurría, un fuerte mensaje interno me decía: “Eres malo para leer. No sirves para eso, lo tuyo son los números”. Me ponía de mal humor… de muy mal humor.
Me repetía y me repetía que “era malo” y “no servía”.
Destaco esas palabras por lo fuerte que pesan en la autoconfianza. No me daba cuenta en aquel entonces, pero estaba matando una zona de desarrollo importante.
Sin embargo, conocí a Alexandre, Julio e Issac y empecé a ver las cosas de manera diferente. Ellos me ayudaron a destruir este juicio tan fuerte y arraigado en mi cabeza.
(pero antes…un paréntesis)
Admiro a las personas que con solo leer un libro o un artículo cambian su forma de pensar o actuar. A mi esto no me pasa, sorry!. Siento que deben conjugarse varios elementos, uno de esos es la oportunidad-necesidad-premio. Y eso es justo lo que pasó en esta situación.
Mi amigo Julio en Chacao.
En una oportunidad, ibamos de viaje desde Puerto Montt a Chiloé con mi familia (por vacaciones). El viaje era “eterno” para mí, puesto que íbamos en auto, y teníamos que esperar el transbordador para pasar a la isla y continuar el viaje.
Mientras armaba el bolso de viaje antes de subirlo al auto y emprender viaje, mi Tata, me pasó un libro que había comprado (me dijo que él lo había leído y que sabía que me iba a gustar porque no era como los del colegio. “Al regreso me cuentas qué parte te gustó más y yo te cuento la mía”).
Era de Julio Verne: “La vuelta al mundo en 80 días”.
Recuerdo que lo miré (al libro y a mi Tata), le agradecí y lo guardé (no fuí muy efusivo la verdad, jajaja).
Volvamos al viaje…En verano, se forma una extensa fila de vehículos y buses para cruzar el canal de Chacao. Es una época en donde llegan muchos turistas a la isla de Chiloé, asi que habia que “armarse de paciencia” para cruzar.
Estábamos en la fila para subir al transbordador, habían muchos autos, buses y camiones. En la espera, tomamos un té con pan, conversamos un rato y tratamos de poner algo de música pero la radio no captaba nada, cuek!. (A principio de los 90 no teníamos muchas “radios potentes”)
Fue en ese momento en donde “de aburrido” tomé el libro y empecé a hojearlo (ojo, digo hojearlo, no leerlo, jajaja), quería saber cuántas hojas tenía para “hacerme una idea de cuanto me iba a costar” (asumiendo un dolor en este proceso).
Sin embargo empecé a leer y algo distinto pasó a las otras veces que leía. Esta vez lo disfrutaba!. Podía imaginar ese mundo!. Qué loco!.
No lo terminé en el viaje, pero me ayudó a hacerlo más entretenido. Lo leí mientras esperábamos y cuando cruzamos el canal, después lo dejé de lado porque me iba a marear, jajaja.
Sin embargo lo terminé en un par de dias!….pero, leyéndolo con ganas y disfrutando. De hecho les contaba a mis papás de los personajes y sus aventuras.
Tanto fue mi descubrimiento que mis papás y Tata, al ver mi gusto por “ese tipo de libros”, empezaron a llegar a mis manos otros autores que ayudaron a destruir ese autoconcepto tan limitante que tenía de mi.
Gracias al “Conde de Montecristo”, “Simbad el Marino”, “Viaje al centro de la tierra” empecé a darme cuenta que…
SERVÍA PARA LEER!. Descubrí un mundo nuevo y aprendí algo nuevo de mí.
Voy a ser muy honesto…Si bien hoy no soy “una máquina devoradora de libros”, si leo frecuentemente. De diversos temas y disciplinas.
Leo lo que me gusta e interesa.
Hoy, ordenando cosas de la casa, encontré estos libros (“estos” y “esos”… jajaja) y me pareció ayer cuando los leía. Es más, me gustó tanto la sensación que me provocó encontrarlos, que los volveré a leer!.
Al recordar este pasaje de mi vida, decidí compartirlo porque puede ayudar a otros a “verse de manera distinta”.
Los paradigmas son fuertes, juicios que nos autoimponemos y que resultan difícil de romper (como si tuvieses que nacer denuevo).
Muchas veces he escuchado (o me he dicho a mí mismo)… “Yo soy así…” “Yo soy malo para…” “Tendría que nacer denuevo!!”.
A mi me pasa frecuentemente.. ¿y a tí?
Entonces, esa vez…¿Qué cambió?
mmmm…. diría que la conjugación de al menos tres elementos:
Necesidad. En el momento del viaje, la espera se había transformado en un aburrimiento tan grande que necesitaba “hacer algo”, no podía más.
Oportunidad. Dentro de las opciones que ví, encontré en el libro una oportunidad de probar “algo nuevo”. Este libro lo veía distinto, no era una “imposición” del colegio, era un regalo de alguien que me conocía y quería, que más encima lo había leído y dicho que era entrenido.
El desafío (sentido). Encontrar un pasaje que me guste y compartirlo con mi Tata. Esa conversación era algo que quería tener. (era mi premio).
Creo que estas 3 cosas facilitaron el cambio de perspectiva y gracias a Julio empecé a derribar ese autoconcepto que tenía respecto a la lectura.
Los cambios más fuertes ocurren derribando paradigmas.
Mientras lees, ¿habrá algo que te tenga “aburrido” “cansado” y tengas una oportunidad para probar algo diferente? ¿existe algún premio o meta que sea valiosa para ti que valga la pena hacer algo nuevo? ¡Pruébate!. ¡Desafíate!
Te aseguro que, al igual que yo...”No eres malo para…”
Feliz día.
Soy Roberto Jaramillo, un aprendiz de escritor que comparte reflexiones e ideas para invitar a otros a explorar nuevos caminos que contribuyan a ampliar la mirada sobre sí mismos.